Se equivocaba el camerunés al
hablar de los belgas, quería decir polacos. Hablaba sobre “lip stick smilings”
para referirse al automático y efímero movimiento que realizan (realizaban) los
belgas para dar los buenos días hace veinte años. . “What’s wrong with me?” Esta “ruber-band smile” (la metáfora sigue
siendo del africano, genéticamente, un experto en sonrisas) me resultaba inconexa
con la realidad belga que he encontrado hasta ahora. Sin embargo, hoy he
conocido a un polaco. Y ahí estaban, una tras otra. Verle los dientes suponía
una gran satisfacción para mí. “What’s wrong with me?” El pobre camerunés no se
acordaba de la leyenda:
Cuentan que en allá dónde nació
el abuelo del ser humano, más o menos por el Golfo de Guinea (sí, sí, Camerún)
hace unos 2 millones y medio de años, se creo la sonrisa. Las sonrisas más
puras se encontraban allí y todo el mundo las cuidaba y las mostraban de la
manera más exagerada posible. Pero poco a poco, según se fueron distanciando de
sus orígenes, la gente empezó a olvidar como eran. Como no estaban seguros de
hacerla bien, a veces, hacían muecas raras. Con el tiempo, la sonrisa se fue
transformando en un aspaviento rápido e inseguro para complacer, más que para
agradar a los demás.
Supongo que la leyenda es cierta. Olvidarse de los orígenes es tan peligroso como perder la sonrisa. Los dos extremos de la cuerda son tan parecidos, que si no fuera por las sonrisas nos podríamos llegar a confundir.
La lección del camerunés no
terminó ahí. “The only thing permanent in life is change” Mi debilidad por las
paradojas me mantiene ignorante y conocedor al mismo tiempo, todo gracias a Sócrates.
La vida es aprendizaje. El movimiento mantiene las neuronas alerta. La adaptación determina la supervivencia. Son cosas ya reiteradas.
Pero la poesía ha de ser leída
con calma. Decelerar para admirar el entorno. Hacer una inmersión en cada idea.
Si te falta el aire, entonces te acercas a la esencia. Los apneistas
profesionales cargan con horas de entrenamiento. La primera vez te apresuras a
la superficie, frenético, y en vez de coger aire, empiezas a toser
convulsionadamente. Aquellos que llegan al fondo sienten la calma. La vacuidad
de las necesidades. La plenitud de lo abisal.
Yo sigo chapoteando de lado a
lado, tomando alguna clase de apnea de vez en cuando. Pero no suelo bajar más
allá de la desaparición de la luz. A tales profundidades la luz emana del
individuo. Y yo dependo del sol. Creo que mañana no habrá nubes. Tomaré una
fotografía para no olvidar que es fiel a sus principios.
Conclusión. Principios y finales.
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